En Wikipedia, la biografía de Henry Miller está presentada así:
La juventud de Miller fue errática. Alternaba diversos trabajos con breves períodos de estudios en el City College de Nueva York. En 1924 se casa con June Mansfield tras divorciarse de su primera esposa, Beatrice Sylvas, con la que tuvo una hija.
En 1930, durante la Gran Depresión, se va a Francia donde vive el estallido de la Segunda Guerra Mundial. En esta época, Miller decide consagrarse totalmente a la literatura. Sus primeros años de bohemia en París fueron miserables, tuvo que luchar contra el frío y el hambre; se alimentaba con las comidas que le ofrecían y dormía, cada noche, bajo un puente distinto. La suerte se presentará en la persona de Richard Osborn, un abogado americano que le ofrece una habitación en su apartamento. Cada mañana, Osborn, dejaba encima de la mesa de la cocina un billete de 10 francos para que Miller lo gastara a su conveniencia. Conoce a Anaïs Nin (de la que fue amante), a Brassaï y a Alfred Perlès, y empiezan sus tanteos con el surrealismo.
En el otoño de 1931, Miller obtiene su primer empleo como corrector de estilo en el periódico Chicago Tribune, gracias a su amigo Alfred Perlès; ocasión que aprovecha para publicar varios artículos que firmará con el nombre de Perlés, dado que sólo los miembros del equipo editorial podían editar sus escritos. Escribe, en ese año, Trópico de cáncer, en la Villa Seurat de Montparnasse, que será publicado gracias al apoyo de su amiga y amante, la también escritora Anaïs Nin, en 1934. Esta novela le supuso, en los EE.UU, un proceso por obscenidad, según las leyes vigentes en esa época dictadas contra la pornografía. Esta novela estuvo censurada, en su país, hasta la década de 1960, y sólo pudo ingresar clandestinamente con la portada de Jane Eyre, el clásico de Charlotte Brontë.
Miller prosigue su batalla personal contra el puritanismo intentando liberar, desde un punto de vista moral, social y legal, los tabúes sexuales existentes en la literatura americana. Continúa escribiendo novelas, todas censuradas en los Estados Unidos por obscenas. Publica Primavera negra (1936), y Trópico de Capricornio (1939), que consiguen su difusión en los EE.UU pese a tener que ser vendidos subrepticiamente, lo cual contribuye a forjar su reputación de escritor underground.
Regresa a los Estados Unidos en 1940 y se instala en el Big Sur (California), donde continúa produciendo una literatura pujante, colorista y socialmente crítica. Escribe El coloso de Marussi (1941), que versa sobre un viaje a Grecia, país que visitó invitado por Lawrence Durrell; el libro más que una guía al uso es un monumento lírico a la sensualidad mediterránea, una crítica brillante al modo de vida americano y un alegato por la paz. Le siguieron La pesadilla del aire acondicionado (1945-47), la trilogía La crucifixión rosa, compuesta por Sexus (1949), Plexus (1953), y Nexus (1960). Escribió Las naranjas del Bosco en 1957; y el estudio literario, El mundo de D.H. Lawrence en 1980.
Se le ha considerado, incluso, un precursor del postmodernismo. Sus trópicos, tachados de pornográficos, generaron una gran polémica y fueron prohibidos en los países anglosajones. En 1964 la Corte Suprema de los Estados Unidos anula, de la Corte de Estado, el juicio contra Miller por obscenidad, lo que representa el nacimiento de lo que, más tarde, será conocido con el nombre de revolución sexual.
Entre sus aficiones estaban las de pianista amateur y pintor. Escribió libros sobre su pintura y tras su muerte, sus acuarelas fueron trasladadas a dos museos: el Henry Miller Museum of Art en la ciudad de Omachi Nagano (Japón) y el Henry Miller Art Museum en la Coast Gallery de Big Sur.
Falleció en Pacific Palisades, California. Sus restos fueron incinerados y sus cenizas esparcidas sobre Big Sur.
Uno de los autores que más me agrada leer (si se puede utilizar la palabra "agradar" para Miller... creo que sería más acertado decir que me "complace"). El arranque de su Trópico de cáncer es mi favorito de cualquier libro que haya leído, junto con el de El guardián entre el centeno, de Salinger.
Una obra recomendable, que no se ve mermada por el paso del tiempo por su inigualable estilo y los temas que trata. Aún así, no es para todo el mundo, y la impresión que el lector que se lleve de este libro depende mucho de la actitud con la que se acoja su lectura. De todas maneras, representa una importante reflexión muy acorde con su tiempo y con la literatura de entonces.