Desde luego, no es lo mismo leerlo en mi torpe descripción, que verlo en imágenes. Pero puedo asegurar -y seguro que cualquiera que sepa de lo que estoy hablando- no podrá evitar recordar esa mítica escena inicial de Desayuno con Diamantes. Y estoy seguro de que todos nos enamoramos de esa mujer que desayunaba entre lujo y glamour en ese momento. Sí, señoras y señores. Se trataba de la única e inigualable. Se trataba de Audrey Hepburn. Aquella que ha marcado mi cánon de belleza femenino. Aquella que hace que me estremezca con una mirada en primer plano, o con un gesto sutil.
Una vida de película:
Carrera cinematográfica:
Finalizada la guerra, Hepburn y su madre se trasladaron a Londres, donde tomó clases de ballet y trabajó como modelo. En 1951 comenzó a actuar en películas de cine. Eran papeles de figurante que fue poco a poco incrementando con el paso de los años. En ese periodo apareció también muy brevemente en la famosa película de la Ealing Oro en barras (1951). Decidida a hacerse un hueco en el mundo del cine, Audrey se marchó a Hollywood para probar suerte y la verdad es que no pudo ser más afortunada.
Tras revelarse en Broadway con "Gigi" consiguió su primer papel americano en una película de William Wyler llamada Vacaciones en Roma (1953), una comedia romántica co-protagonizada por un ya estelar Gregory Peck.
El film fue todo un éxito y su aristócrata interpretación premiada con el Oscar a la mejor actriz. No cabe decir de que fue la intérprete femenina revelación del año.
En los años 50, Audrey se presentaba como un tipo de belleza muy alejado de las carnosas féminas estilo Jane Russell, Marilyn Monroe o Jayne Mansfield. Su elegancia y apariencia distinguida fueron muy bien aprovechadas en películas de corte romántico de múltiples variantes como Sabrina (1954) de Billy Wilder, Una cara con ángel (1956) de Stanley Donen o Ariane(1957) también dirigida por el gran Wilder. Fue en esa época en la que conoció a Hubert de Givenchy, un apuesto diseñador que trabajaba para Dior. Givenchy se convirtió en su mejor amigo y el ideólogo del «look Audrey», basándose en la figura elegante y sin estridencias de la actriz.
Otros films de los 50 fueron Guerra y Paz (1956) de King Vidor, Mansiones Verdes (1958) de Mel Ferrer e Historia de una monja (1959) de Fred Zinnemann. Por sus actuaciones en Sabrina e Historia de una monja, Audrey volvería a ser nominada al premio Oscar.
En Mansiones Verdes había sido dirigida por Mel Ferrer, actor, productor y director con el que se había casado años atrás, en 1954.
Con Ferrer compartiría protagonismo en dos ocasiones, Guerra y Paz (1956) y en Encuentro en París (1964), una película firmada por Richard Quine. Cuatro años después de finalizar este trabajo se divorciarían.
Títulos como Los que no perdonan (1960) de John Huston, Desayuno con diamantes (1961) de Blake Edwards -por el que volvió a ser nominada al Oscar-, Charada (1963) de Stanley Donen, My Fair Lady (1964) de George Cukor, Como robar un millón y... (1966) de William Wyler, Dos en la carretera (1967) de Donen o Sola en la oscuridad (1967) -última nominación- de Terence Young mostraban tanto su talento interpretativo como el éxito que seguía manteniendo entre la audiencia cinéfila con productos de calidad que compartía al lado de gente tan importante como Burt Lancaster, Cary Grant, Rex Harrison o unos jóvenes George Peppard y Albert Finney.
Tras su divorcio de Ferrer y su boda con el médico Andrea Dotti en enero de 1969 (se divorciarían en 1982), Audrey Hepburn se retiró del cine para ocuparse de sus dos pequeños hijos durante unos años regresando en 1976 con la crepuscular historia sobre Robin Hood desarrollada en Robin y Marian (1976), un film dirigido por Richard Lester y co-protagonizado por Sean Connery.
Sus posteriores apariciones en la pantalla grande se cuentan con los dedos de una mano siendo su último trabajo el compartido con Steven Spielberg en Always (1989), donde daba vida a un ángel (todos han querido ver en ese papel la evocación que se tenía de ella en muchos ambientes) poco antes de ser nombrada embajadora especial de UNICEF.
Sus obras de caridad:
A través de UNICEF, Hepburn dedicó el resto de su vida a ayudar a los niños necesitados en los países más pobres. En UNICEF todavía recuerdan su dedicación y entrega a la causa, que databa desde el año 1955 y que, poco a poco, fue ganando peso en su vida. Cabe destacar su estatua en la sede UNICEF de Nueva York, inaugurada en el año 2000.
Una de las cosas que más destacaron en sus últimos años fue la dedicación, por encima de su salud, a las causas del sida o la malnutrición de los niños en todo el mundo. En 1993, tres meses antes de su muerte y ya desahuciada, Audrey hizo su último viaje a Somalia, un acto que siempre fue muy agradecido por UNICEF y que dignificaba su ya sencilla y humana forma de entender la vida.
Sus matrimonios:
Hepburn estuvo casada en dos ocasiones, la primera con el actor Mel Ferrer, con el que tuvo un hijo, Sean (que actualmente gestiona la fundación Audrey Hepburn Childhood), y la segunda con Andrea Dotti, un médico italiano trece años menor que ella, que le dio su segundo hijo, Lucca. Audrey confesó que el fracaso de estos dos matrimonios la hizo sufrir mucho. En los últimos años estuvo unida al famoso compositor Claudio Jones.
Una estrella que se apaga:
Falleció de cáncer de colon en su casa de Tolchenaz, en Suiza, el 20 de enero de 1993 a los 63 años de edad. Ese mismo día, Elizabeth Taylor dijo que «Dios estaría contento de tener un ángel como Audrey con él».
En el 2007 se subastó un traje que lució la actriz en la película Desayuno con diamantes por un precio de 467.200 libras (unos 700.500 euros) destinando el dinero a un proyecto, impulsado por el escritor Dominique Lapierre, para dos escuelas en Bengala.
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