martes, 20 de noviembre de 2007

El Destripador de Nueva York, de Lucio Fulci


Parada obligatoria en esta película. Viva Lucio Fulci. Es o único que se me ocurre decir tras verla por segunda vez.
Es una auténtica oda a la irreverencia y a la brutalidad. Sexo desmedido, violencia muy explícita y el Pato Donald como asesino. ES NECESARIA.
La película, de 1982, peca -lo que para mi es una virtud- de los típicos excesos del cine de su autor. En este caso destacan mujeres sensuales bastante promiscuas, escenas de violencia bastante dolorosa hasta para el espectador -ese pezón y esa cuchilla de afeitar... ufff-, y una narrativa exuberante y a veces excesiva -aunque a mi me parece bastante estilizada y me gusta-.
La trama nos lleva a Nueva York donde comienzan a aparecer cadáveres de jovencitas horriblemente mutilados. El inspector encargado del caso recibe llamadas del asesino, que pone la voz del Pato Donald... el inspector consulta a un profesor de psiquiatría y comienza el desfile de sospechosos típicos del giallo, donde todo el mundo podría ser el culpable.
No desvelo nada más. Simplemente queda recomendada al 100% para los amantes del gre -aunque esta entra casi dentro del erótico-gore-.
Por desgracia siempre le cojo el gusto a ciertos directores una vez han muerto. Fulci falleció en 1996, a causa de la diabetes. Entra dentro de ese grupo de directores -como Leone o Kubrick- con los que me hubiera encantado llegar a conversar en vida. Habrá que esperar a estar en L'aldilà para hacerlo -chiste cutre cinéfilo-.
Como anécdota, diré que en una ocasión Quentin Tarantino -qué recurrene es en mi cinefilia este director- confesó a la hija de Fulci haber visto 30 veces El Destripador de Nueva York. Cuando su hija se lo contó al director italiano, éste, reconocido fan de Reservoir Dogs, aconsejó a su hija "casarse con ese individuo inmediatamente".
Ahí queda eso.

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